Todos quedaron llenos del Espíritu Santo

Es el esplendor de la verdad y de la vida.
Al acercarnos al evangelio de Jesús tenemos que respirar ese aire de libertad.
Nuestra historia de creyentes no será entonces una crónica de obediencias, sino una historia real y creadora, una presencia libre y real entre las cosas, con un corazón que respira cielo.
El Espíritu es nuestra fortaleza cuando nos fiamos de la ley de la cruz, cuando descubrimos la belleza de nuestra entrega en la trama de los días, cuando sentimos el valor de vigilar la fragilidad de la paz, cuando miramos lejos, más allá de las apariencias.
Sumérgeme, Señor -como reza el canto- en el río de tu Espíritu, necesito refrescar este seco corazón, sediento de ti. Luché como soldado y a veces sufrí, y aunque la lucha he ganado, mi armadura he desgastado, vengo a ti. Sumérgeme…

SDB Aquilino Libralón, párroco de Portachuelo