NOVENA A LA VIRGEN, POR HALLAZGO DE LA IMAGEN "LA APARECIDA" EN PALOMETAS

1. La fe hoy            
La fe es un don de Dios. Es “gracia”.  Nuestra liberación del mal y del pecado es en primer lugar obra de Dios, no nuestra. Un don divino que exige de nosotros una respuesta.  Un don que debemos ir madurando con la oración, la santificación del domingo, la meditación de la palabra de Dios, la generosidad con los más necesitados. No podemos quedarnos con lo aprendido en el curso de preparación a la primera comunión.
Nadie nace cristiano. Nos convertimos en cristianos con el bautismo y el don de la fe.
“El corazón de la crisis espiritual y moral que afecta hoy al mundo –nos recuerda el Papa Benedicto XVI- en el fondo es una crisis de fe”.
La sociedad y la publicidad nos ofrecen productos y fórmulas fáciles para resolver todos los problemas,  pero nunca dan con la raíz del  mal, del dolor y la muerte, que siguen siendo un misterio para todos. Nadie se salva por sí solo.
Lo que constituye nuestra fe no es en primer lugar lo que hacemos, sino lo que recibimos.
El cristianismo de hoy es el de siempre: el acontecimiento inaudito de un Dios que viene al encuentro del hombre. Un acontecimiento, no una ideología, no una doctrina religiosa, tampoco un paquete de normas de comportamiento o un conjunto de ritos. Es un hecho real, precisamente un acontecimiento. Todo el resto viene como  consecuencia. Si viene reducido a un hecho del pasado o a una idea, lo que queda del cristianismo es solo la ética. Y la ética no salva.
Nuestra fe se resume en tres palabras: “Cristo ha resucitado”. Es decir: un rostro, una persona, un encuentro, una historia de amor que nos salva.
San Agustín escribía: “Nos hiciste para ti, Señor, y nuestro corazón queda inquieto mientras no descanse en ti”. Y Juan Pablo II: “En el corazón del hombre hay una profunda nostalgia de Dios”.
María de Nazaret es la mujer del sí libre y responsable a Dios, la mujer de la fe sencilla y profunda, que se fía plenamente de Dios. La fe queda estéril mientras no toca el yo profundo. Ella nos ayudará a redescubrir la belleza de esa fe que quedó como muerta, sepultada en el barro de nuestros olvidos y de nuestros pecados.

2. La familia hoy.
La familia, “divino tesoro”, ha nacido del corazón amante de Dios.
Ha sido pensada para la felicidad de los hijos de Dios. La humanidad no tiene futuro sin proteger la familia. Es la primera e insustituible escuela de vida y de virtudes.
En el calor del ambiente familiar, donde la mamá es el corazón y el papá la cabeza del hogar, los hijos crecen como Dios manda: aprenden a recibir y a dar, a orar, a perdonar, a convivir con los demás, a vencer los caprichos, a compartir, a trabajar juntos, a asumir responsabilidades.
El amor es lo que hace de la persona humana la auténtica imagen de la Trinidad, imagen de Dios: “Dios es amor”. Fiel y total.
La familia sufre hoy, en la sociedad del consumo y de la cultura de la imagen  (erotismo, emociones, espectáculos, homosexualidad) una crisis fuerte de desintegración.
Muchas familias están marcadas por las experiencias dolorosas del fracaso y la separación.
El modelo auténtico de familia lo tenemos en la Sagrada Familia de Nazaret: María, José y Jesús.
La fe nos da razones para vivir, fuerza en la debilidad, humildad en la reconciliación, profecía para proponer a los hijos metas altas.
El proyecto de Dios sobre la pareja humana encuentra su plenitud en Jesucristo, que elevó el matrimonio a sacramento, para que los esposos “se amen  en el Señor”.  “Mi Amado es para mí y yo soy para mi Amado. Él pastorea entre los lirios… Buscaré al Amado de mi alma: Centinelas ¿han visto al Amado de mi alma?” (Cantar 2,8s)
Para vivir juntos el sentido de la fiesta, del encuentro, del descanso, pese al ritmo frenético de nuestra época, las familias cristianas no pueden perder el sentido del Día del Señor, el domingo,
Saber armonizar el tiempo del trabajo y las exigencias de la familia, la profesión y la maternidad, el trabajo y la fiesta, es muy importante para construir también una sociedad de rostro humano.

Oración inicial (para todos los días)
Oh Virgen Inmaculada, elegida desde toda la eternidad para ser la Madre del Salvador: tú que en el portal de Belén lo acostaste en un pesebre; tú que lo presentaste en el  templo para consagrarlo a Dios; tú que tuviste que emigrar para proteger su vida; tú que aceptaste con fe la difícil misión de educarlo y acompañarlo por 30 años en la sencillez de la vida de Nazaret; tú que diste comienzo a sus señales milagrosas en la boda de Caná; tú que un día, al pie de la cruz, lo acogiste sin vida en tus brazos de madre; tú que luego lo vistes resucitado y glorioso y, junto con primeros discípulos, invocaste la venida del Espíritu Santo sobre la iglesia naciente, escucha la súplica que te dirigimos en nuestras necesidades.
Mujer de fe y Madre de las familias, acudimos a venerar tu imagen bendita, que apareció en la aldea de Palometas, para pedirte que nos ayudes a redescubrir la belleza de la fe, de nuestro ser cristianos, el esplendor de la verdad de tu Hijo, la bondad de nuestro Padre celestial.
Haz que en nuestras familias vuelva a florecer la vida nueva que brota del Evangelio de tu Hijo. AMEN.

ORACIÓN FINAL (para todos los días)
Padre santo, que escogiste a María, “la bendita entre todas las mujeres”, como la Madre de tu Hijo Jesús y  nuestra, al contemplar las maravillas que realizaste en “la humildad de tu sierva” y en tu iglesia a través de los tiempos, queremos darte gracias por los tantos dones de tu amor y de tu misericordia.
Señor Jesús, Hijo de Dios e Hijo de María, te pedimos por intercesión de tu Madre, que bendigas nuestras familias, que las guardes unidas en la fe y en la fidelidad, que crezca el número de los que te buscan y se consagran a ti, que protejas a los más débiles.
Espíritu Santo, Espíritu de sabiduría y de fortaleza, Espíritu de verdad y de comunión, enciende en todos los corazones que acuden a venerar la imagen de la Aparecida de Palometas el fuego del amor divino.
María, madre de la Iglesia… ruega por nosotros. AMEN. (Pedir la gracia que necesitamos).

Cómo hacer la Novena
El objetivo principal de la Novena, además de pedir al Señor, por intercesión de su Madre, algún favor por nosotros o por las personas que más queremos, es el de acercarnos a Dios y entrar decididamente en un camino de  conversión.
La Novena, siendo una oración especial que se hace durante nueve días consecutivos, nos ayuda a revisar nuestra vida, a conocer mejor la voluntad de Dios, a renovar lo que está cansado o deteriorado. Es una catequesis. En el rezo hay que seguir el orden indicado.

Qué se debe hacer cada día
Iremos reflexionando cada día sobre el mensaje que la Virgen Aparecida nos quiere dejar.
La Palabra de Jesús nos ayudará a fortalecer nuestra fe y a mejorar nuestra vida en familia.
Jesús quiere ser el Señor de nuestras vidas. María nos enseñará cómo lograrlo.
Pediremos en la oración la ayuda de la Sagrada Familia para acoger y experimentar el amor de Dios.
El amor es la única fuerza que puede transformar el mundo, desde dentro.
Pediremos juntos la intercesión de María ante su hijo para que papá y mamá asuman con fidelidad y generosidad el don divino de la paternidad y de la maternidad, la sabiduría para educar y transmitir el tesoro precioso de la fe a los hijos, la alegría de pertenecer y de participar plenamente en la vida de la Iglesia.


DIA PRIMERO
                                                                  
En el comienzo existía el Amor
- En el nombre del Padre, del Hijo y del espíritu Santo. Amén.
- Oración inicial (pg. 2)
- Petición de perdón: Pidamos al Señor que nos dé un corazón limpio, nuevo, reconciliado:
v  Por no creer en el Amor de Dios que nos ha creado: Señor, ten piedad de nosotros.
v  Por nuestra indiferencia religiosa y olvido de Dios: Cristo, ten piedad de nosotros.
v  Por vivir como si Dios no existiera: Señor, ten piedad de nosotros.

- Lectura bíblica: en el comienzo existía el Amor.
“En el principio creó Dios el cielo y la tierra” (Gn. 1,1)
“Bendito sea el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido con toda clase de bienes espirituales y celestiales en Cristo. Él nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo, para que fuésemos consagrados e irreprochables ante él, por el amor. El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia ha sido un derroche para con nosotros, dándonos a conocer el misterio de su voluntad. Este es el plan que había proyectado realizar por Cristo cuando llegase el momento culminante: hacer que todas las cosas tuviesen a Cristo por cabeza, las del cielo y las de la tierra” (Ef. 1,1-10)

- Reflexión:
En el comienzo existía el Amor. Y el Amor es Dios. El Amor se llama Padre, Hijo y Espíritu Santo, una comunión de personas que se aman tan profundamente que son una cosa sola.
El misterio de la Santísima Trinidad está en el origen del mundo y de nuestra fe.
Hemos sido creados a imagen de Dios, es decir de la familia trinitaria.
Nadie nos ama como el Señor. Y sólo gracias a su amor aprendemos a amar.
“De su iniciativa él, no amado, amando, nos dio poder amarlo”
Dios no es una fórmula, una idea, sino una experiencia, un abrazo, un encuentro.
Como acontece cuando dos enamorados descubren que el Señor los ha hecho el uno para el otro, y van aprendiendo, con el tiempo y mucha sinceridad, a conocerse, a aceptarse, a respetarse hasta llegar a “amarse en el Señor” y formar una familia. La familia tiene que ser  el verdadero santuario de la vida y del amor.
María creyó en el Amor: “Dios es Amor y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él” (1Jn. 4,16). (Un momento de silencio).

- PRECES:
v  Para que, como María, discípula fiel del Señor, creamos en el Amor misericordioso de Dios. Oremos al Señor. Te lo pedimos, Señor.
v  Para que, como Ella, permanezcamos en escucha de la Palabra de Dios. Oremos al Señor.
v  Para que, como Ella, aprendamos a cumplir la santa voluntad de Dios. Oremos al Señor.
                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                           Padre nuestro, Ave María, Gloria…
Oración final (pg. 3)
Canto
Mi propósito de este día: (delante del Señor cada uno se compromete a cumplir lo que Dios le inspire)



DIA SEGUNDO                                                                                        

Somos queridos
- En el nombre del Padre, del Hijo y del espíritu Santo. Amén.
- Oración inicial (pg. 2)
- Petición de perdón: Pidamos al Señor que nos dé un corazón limpio, nuevo, reconciliado:
v  Por no poner a Dios en el centro de nuestra vida: Señor, ten piedad de nosotros.
v  Por no saber vivir en nuestras familias  el ideal cristiano del amor que perdona, que comprende, que comparte, que alaba a Dios: Cristo, ten piedad de nosotros.
v  Por el cansancio de nuestra fe, por no saber cultivar nuestra vida interior con la oración y la lectura de la Palabra de Dios: Señor, ten piedad de nosotros.

- Lectura bíblica: Gn. 1,26-28.
“Y dijo Dios: Hagamos al hombre a imagen nuestra, según nuestra semejanza, y dominen en los peces del mar, en las aves del cielo, en los ganados y cuanto se mueve sobre la tierra. Y creó Dios el hombre a imagen suya: a imagen de Dios lo creó; macho y hembra los creó. Y los bendijo Dios y les dijo: Sean fecundos y multiplíquense, y llenen la tierra y sométanla; dominen en los peces del mar, en las aves del cielo y en todo animal que serpea sobre la tierra”.
“En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó primero y envió a su Hijo como víctima de expiación por nuestros pecados” (1Jn 4,10)

- Reflexión: Ayer vimos como en el comienzo existía el Amor. Y el Amor es Dios.
El Amor es creativo, el amor es fecundo, el amor irradia la vida y la bondad.
Adán y Eva, las primeras parejas, imagen viva del Creador, viven en plena comunión con Dios, entre
ellos y con la naturaleza. Icono de una edad de oro en que los hombres y los animales vivían en paz.
Este es, desde siempre, el sueño de Dios. En esa “imagen viva del Creador” radica la dignidad del hombre y de la mujer, el fundamento último de los derechos humanos. Somos criaturas de Dios.
Nadie se crea a sí mismo, nadie se salva por sí solo. Somos hechura de Dios, el grande alfarero, que no descansa hasta vernos modelados a su imagen.
Y somos queridos. Todos. Con nuestras limitaciones, nuestros defectos, nuestras caídas, nuestros mismos pecados, que Cristo cargó sobre sí mismo en la cruz.
Es la primera grande verdad de nuestra fe. Somos queridos como criaturas de Dios, mucho más como “hijos” suyos, renacidos a la vida divina en la pila bautismal. (Un momento de silencio).

- PRECES:
v  María, tú  eres  el ícono perfecto de la belleza original del hombre y de la mujer.
- Para que todos comprendamos que somos queridos por un Padre maravilloso que nos ha creado. Oremos al Señor.
v  María, tú fuiste preservada del pecado original y eres la Inmaculada.
- Para que vivamos la belleza de la vida nueva que hemos recibido en nuestro bautismo.
Oremos al Señor.
v  María, tú fuiste como esposa y  madre, el corazón de la familia de Nazaret. Quien ama respeta y quien respeta aprende a amar.
- Para que imitemos en la vida cotidiana las relaciones de respeto y de fidelidad de la familia de Nazaret. Oremos al Señor.

Padre nuestro, Ave María, Gloria…
Oración final (pg. 3)
Canto
Mi propósito de este día: (delante del Señor cada uno se compromete a cumplir lo que Dios le inspire)


DIA TERCERO
                                                                                  
El proyecto de Dios
- En el nombre del Padre, del Hijo y del espíritu Santo. Amén.
- Oración inicial (pg. 2)
- Petición de perdón: conscientes de la debilidad de nuestra respuesta al Señor, pidámosle con confianza:
v  Tú que no quieres la muerte del pecador, sino que se convierta y viva: Señor ten piedad de nosotros.
v  Tú que perdonaste a la mujer sus muchos pecados porque tenía mucho amor: Cristo ten piedad de nosotros.
v  Tú que intercedes continuamente por todos nosotros ante el Padre: Señor, ten piedad de nosotros

- Lectura bíblica: “Y como vio la mujer que el árbol era bueno para comer, apetecible a la vista y excelente para lograr sabiduría, tomó de su fruto y comió y dio también a su marido, que igualmente comió. Entonces se les abrieron a entrambos los ojos, y se dieron cuenta de que estaban desnudo. Oyeron luego el ruido de los pasos de Dios que paseaba por el jardín a la hora de la brisa, y el hombre y su mujer se ocultaron de la vista de Dios. Dios llamó al hombre y le dijo: “¿dónde estás”? (Gn. 3,6-9).                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                                
San Pablo: “Les exhorto, hermanos, por la misericordia de Dios, a que ofrezcan sus cuerpos como hostia viva, pura, agradable a Dios. Esto es su culto razonable. Y no se ajusten a la mentalidad de este mundo”.

- Reflexión:
La serpiente es el símbolo del mal, de lo que se opone a Dios.
La fascinación de la tentación es la propuesta de un proyecto alternativo al proyecto de Dios: construir sin Dios, vivir prescindiendo de él. El hombre no acepta su condición de criatura limitada. Y Dios respeta su libertad.  Misterio de gracia y de libertad. Y desde entonces la humanidad tendrá que convivir con el mal, la violencia,  multiplicando ídolos y amuletos, aventuras y frivolidades, para llenar el vacío de Dios.
Un drama, una lucha entre el bien y el mal que vuelve dramática nuestra vida. Sin embargo Dios, que es Amor, no lo abandona a su suerte: lo llama, lo busca, le  promete un futuro nuevo.
La Virgen Aparecida nos invita a limpiar, con el agua del bautismo y el sacramento de la reconciliación, esa imagen divina que llevamos dentro. Quitar la suciedad del pecado, de los vicios es un trabajo nada fácil y de toda una vida. No estamos solos. Jesús vino a nosotros precisamente como Salvador
Con el Hijo de Dios que nace en una familia y comparte nuestra historia, la esperanza de salvación vuelve a florecer. Si la cultura y la mentalidad de hoy nos invitan a aprovechar el momento, a llenarlos de cosas, a esperar el tiempo emotivamente fuerte del fin de semana,  de la fiesta… Jesús nos atrae con un deseo de felicidad y de belleza que ninguna experiencia pasajera puede apagar.
Tres son los anhelos más profundos del corazón humano: la belleza, la verdad, la bondad. Es decir: Dios.
“Como busca la cierva corrientes de agua, así mi alma te busca a ti, Dios mío; tiene sed de Dios, del Dios vivo: ¿cuándo entraré a ver el rostro de Dios? (Salmo 41) (Un momento de silencio).

- PRECES:
v  Por la Iglesia, santa y pecadora, llamada por Dios al perdón, a la fidelidad y al gozo sin fin. Oremos al Señor.
v  Por las familias desintegradas a causa del adulterio, del odio, de las separaciones, del aborto. Oremos al Señor.
v  Para que encontremos en los sacramentos los signos eficaces de nuestras sanaciones y de nuestra renovación interior y familiar. Oremos al Señor.

Padre nuestro, Ave María, Gloria…
Oración final (pg. 3)
Canto
Mi propósito de este día: (delante del Señor cada uno se compromete a cumplir


DIA CUARTO                                                                                     

El misterio del mal
- En el nombre del Padre, del Hijo y del espíritu Santo. Amén.
- Oración inicial (pg. 2)
- Petición de perdón: conscientes de la debilidad de nuestra respuesta al Señor, pidámosle su perdón:
v  El hombre nuevo lo construimos sobre las cenizas de nuestro orgullo, de nuestros resentimientos, de nuestras ambiciones. Señor, ten piedad de nosotros.
v  Las emociones son devastadoras si detrás no hay un proceso formativo. No basta la mente para controlarlas. Muchas veces nos arrollan. Señor, ten piedad de nosotros.
v  Respiramos una cultura de muerte, no de vida. Señor ten piedad de nosotros.

- Lectura bíblica:
“Caín dijo a su hermano Abel: “Vamos afuera.” Y cuando estaba en el campo se lanzó Caín contra su hermano Abel y lo mató. Dijo Dios a Caín: “¿Dónde está tu hermano Abel?” Contestó: “No sé. ¿Soy yo acaso el guarda de mi hermano?” Replicó Dios: “¿Qué has hecho? Se oye la sangre de tu hermano clamar a mí desde el suelo” (Gn. 4,8-10)
Pablo a los Romanos: “Realmente, mi proceder no lo comprendo; pues no hago lo que quiero, sino que hago lo que aborrezco. Pues bien sé yo que nada bueno habita en mí, es decir en mi carne; en efecto querer el bien lo tengo a mi alcance, pero no el realizarlo, puesto que no hago el bien que quiero, sino que obro el mal que no quiero. ¡Pobre de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo que me lleva a la muerte? Gracias sean dadas a Dios por Jesucristo nuestro Señor” (Rom. 7,16-20)

- Reflexión:
El hombre enemigo del hombre. La primera, triste consecuencia del pecado.
Abel es todo hombre solidario y abierto a Dios. Detrás de él una multitud de hombres y mujeres luminosos, que aman y defienden la vida, desde su nacimiento y hasta su ocaso último.
Caín es todo hombre violento, ambicioso, apegado a las cosas, duro de corazón. Y en todas las épocas muchos son los que lo siguen, sembrando odio, divisiones, muerte.
El mal, como nos recuerda San Pablo, lo tenemos dentro nuestro. En cada persona convive el bien y el mal. La palabra más terrible que haya sido pronunciada contra nuestro tiempo es quizá esta: “Hemos perdido la ingenuidad, la sencillez”. El progreso es en sí admirable, pero el hombre, enorgullecido de su ciencia y de sus técnicas, ha perdido algo de su simplicidad. Al perder esa “ingenuidad” ha perdido también en secreto de la felicidad. Todas sus ciencias y todas sus técnicas le dejan inquieto y solo. Solo ante la muerte. Solo ante sus infidelidades y las de los otros, en medio del gran rebaño humano. Solo en los encuentros con los demonios, que no le han desertado. Y el comprende, en unas horas de lucidez, que nada, absolutamente nada, podrá darle una alegre y profunda confianza en la vida, a menos que recurra a una fuente que sea al mismo tiempo una vuelta al espíritu de la infancia: “Si no vuelven a ser como niños, no entrarán en el Reino de los cielos”. (Un momento de silencio)

- Preces:
v  María, tú eres la llena de gracia, la Inmaculada.
Que aprendamos a vivir en gracia de Dios. Roguemos al Señor.
v  María, tú eres sencilla y humilde de corazón.
Que aprendamos a vivir sin odios ni rencores, sin divisiones ni discriminaciones. Roguemos al Señor.
v  María, tú eres la Madre de los que no tienen madre.
Que aprendamos a acercarnos a tantos hermanos nuestros que no tuvieron familia, ni cariño, ni un abrazo. Roguemos al Señor.

Padre nuestro, Ave María, Gloria…
Oración final (pg. 3)
Canto
Mi propósito de este día: (delante del Señor cada uno se compromete a cumplir lo que Dios le inspire)



DIA QUINTO                                                                             

María, la llena de gracia
- En el nombre del Padre, del Hijo y del espíritu Santo. Amén.
- Oración inicial (pg. 2)
- Petición de perdón: pidamos con humildad y confianza al Señor la gracia de su perdón:
v  La búsqueda del éxito, del prestigio, de las comodidades a menudo nos aleja de Dios y quedamos sin fuerzas en el combate contra los demonios. Señor ten piedad de nosotros..
v  En el Evangelio el Señor continúa hablándonos, llamándonos, y nunca encontramos el tiempo de escucharlo. Señor ten piedad de nosotros
v  Con facilidad nos herimos mutuamente con la incomprensión, el desprecio o la indiferencia. Señor ten piedad de nosotros.

 - Lectura bíblica: Heb. 1,1-4 – Tt. 3,3-7.
“De una manera fragmentaria y de muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros Padres por medio de los Profetas; en estos últimos tiempos nos ha hablado por medio del Hijo a quien instituyó heredero de todo, y por quien hizo los mundos”. (Heb. 1,1-4; Lc. 2,6-8).
 “También nosotros fuimos en algún tiempo insensatos, desobedientes, descarriados, esclavos de toda suerte de pasiones y placeres, viviendo en malicia y en envidia, aborreciéndonos unos a otros. Pero cuando se manifestó la bondad de Dios nuestro Salvador y su amor a los hombres, Él nos salvó, no por obra de justicia que hubiésemos hecho nosotros, sino según su misericordia, por medio del baño de regeneración y de renovación del Espíritu Santo, que él derramó sobre nosotros con largueza por medio de Jesucristo nuestro Salvador.” (Tit. 3,3-7).

- Reflexión:
En la plenitud de los tiempos, María es la criatura que le da nuestra carne al Creador y lo hace presente entre nosotros. Ella es el puente entre el cielo y la tierra, la fuente no contaminada, la arcilla intacta que el divino alfarero ha modelado. Ella es la primavera de la humanidad, el comienzo de la humanidad nueva, redimida.
Ella es la “llena de gracia”, es decir del amor absoluto y gratuito de Dios, para recordarnos que la salvación es ante todo y sobre todo obra de Dios, no nuestra.
El ser Inmaculada, Purísima, es un don que empeña, que exige una respuesta.
En Ella Dios encontró el “sí” que no pronunciaron Adán y Eva: “Hágase en mí según tu palabra”.
Ella nos recuerda la vocación del hombre: estamos llamados a la santidad, nuestro destino no es la tierra, es el cielo, es la gloria de Dios.
Sin un proyecto verdadero de hombre y de mujer toda transformación, toda revolución está destinada al fracaso. La figura de María es el proyecto de Dios para con nosotros. En la crisis religiosa que vivimos, en el mundo secularizado de hoy, los modelos que el mercado nos presenta son todos frágiles, aparentes, deshumanos. Respiramos erotismo, consumismo, violencia. ¿Tiene un sentido mi vida? ¿La victoria del bien sobre el mal es posible?
El desencanto de cura con el encanto. María es la respuesta: Ella es la victoria plena y definitiva de Dios sobre el mal. Como rezamos en la “Salve”, Ella es la “vida, dulzura y esperanza nuestra”, abogada de los pecadores. (Un momento de silencio)

- Preces:
v  Por la Iglesia: para que como casa grande de de los hijos de Dios, con las puertas siempre abiertas, sepa acoger a sanos y enfermos, a justos y pecadores. Oremos al Señor.
v  Por todos nosotros: para que en las pruebas y dificultades de la vida busquemos consuelo y fortaleza no en las seguridades humanas, sino en la ternura y la gracia de Dios. Oremos al Señor.
v  Por los jóvenes: para que construyan su futuro sobre los sólidos cimientos de la Palabra de Dios y de los sacramentos, y no sobre la arena de las modas pasajeras. Oremos al Señor.

Padre nuestro, Ave María, Gloria…
Oración final (pg. 3)
Canto
Mi propósito de este día: (delante del Señor cada uno se compromete a cumplir lo que Dios le inspire)

DÍA SEXTO                                                                                           

María servidora
- En el nombre del Padre, del Hijo y del espíritu Santo. Amén.
- Oración inicial (pg. 3)
- Petición de perdón: pidamos con humildad y confianza al Señor que nos sane interiormente:
v  Somos egoístas, Señor, apegados a las cosas, buscamos como sea nuestro interés personal sin importarnos de los demás. Señor, ten piedad de nosotros.
v  Nos cuesta amar, compartir los bienes de la tierra y el fruto de nuestro trabajo con los más necesitados. Señor, ten piedad de nosotros.
v  No damos testimonio creíble de nuestra fe en el ambiente donde vivimos, con nuestros amigos, con los que atacan a la iglesia. Señor ten piedad de nosotros.

- Lectura bíblica: Lc. 1,39-56.
“Por esos días María partió apresuradamente a una ciudad ubicada en los cerros de Judá. Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel. En cuento oyó Isabel el saludo de María, saltó de gozo el niño en su seno, e Isabel quedó llena del Espíritu Santo y exclamó en alta voz: “Bendita tú entre las mujeres y bendito el fruto de tu vientre. ¿Cómo he merecido yo que venga a mí la madre de mi Señor? Apenas llegó tu saludo a mis oídos, el niño saltó de alegría en mis entrañas. Dichosa tú que has creído que se cumplirían las promesas del Señor. María dijo entonces: Proclama mi alma la grandeza del Señor, y se alegra mi espíritu”.

- Reflexión:
La pequeña María, en el misterio de la Visitación, nos revela las exigencias del don recibido.
Nos enseña cómo tiene que ser la vida de una “nueva criatura”, del “hombre nuevo”. Quien ha recibido un don grande no puede guardarlo sólo para sí mismo, tiene que comunicarlo, compartirlo.
La primera reacción de María al enterarse de hacer sido elegida para ser la madre del Salvador es la de preocuparse por su prima Isabel: la visita, la atiende, la acompaña hasta el nacimiento de Juan el Bautista. No se encierra en su privilegio, se pone en actitud de servicio. Con sencillez, con generosidad, con alegría.
Ella es la esposa del carpintero del pueblo, una ama de casa, metida en las diversas tareas de una mujer de su tiempo: comida, lavado de ropa, hijos, compras, molienda del trigo para el pan… Una María real, la histórica, la que Dios escogió. El trabajo es ley de la vida. Lo podemos ver y vivir o simplemente como una carga pesada o, en cambio, como una tarea que nos ayuda para crecer como personas, para asumir responsabilidades, para ser útiles a los demás, para santificarnos.
Jesús María y José se santificaron trabajando. No importa si lo que hacemos nos hace famosos o pasamos inadvertidos. Lo importante es el amor, la entrega, la serenidad que ponemos en nuestros quehaceres.
(Un momento de silencio)

- Preces: Nuestra respuesta: Escúchanos, Madre.
v  Tú te santificaste María en tu hogar, como madre, como esposa, como ama de casa.
Ayúdanos a santificarnos en nuestros trabajos, en nuestros deberes de cada día. Oremos.
v  Tú encontraste el tiempo de dejarlo todo para visitar y atender a tu anciana parienta Isabel.
Enséñanos a abrirnos a las necesidades de nuestros hermanos, a programar un tiempo de visitas, de ayuda, de voluntariado, con quienes más nos necesitan. Oremos.
v  Tú, con tus servicios, llevaste a Jesús a tu prima Isabel, y “el niño saltó de alegría en su vientre”. Para  que en nuestras familias, con tu visita salten de alegría también nuestros niños. Oremos.

Padre nuestro, Ave María, Gloria…
Oración final (pg. 3)
Canto
Mi propósito de este día: (delante del Señor cada uno se compromete a cumplir lo que Dios le inspire)

DÍA SÉPTIMO
                                                                                                   
María música de Dios
- En el nombre del Padre, del Hijo y del espíritu Santo. Amén.
- Oración inicial (pg. 2)
- Petición de perdón: pidamos con humildad y confianza al Señor el don de su perdón:
v  Tenemos tantas cosas que hacer –decimos- y no tenemos tiempo para Dios, para orar. Señor ten piedad de Nosotros.
v  El tiempo es un regalo de Dios. Cada día que amanece es un don de su amor y no sabemos agradecerlo. Por todas las veces que no santificamos el domingo, día del Señor, con la participación activa a la Eucaristía. Señor ten piedad de nosotros.
v  Muchas veces acudimos al Señor sólo cuando hemos agotado todos los demás medios. No lo buscamos por amor, por gratitud, sino por necesidad. Señor ten piedad de nosotros.

- Lectura bíblica: Lc. 1.26-59.
“Y María dijo: Proclama mi alma la grandeza del Señor y se alegra mi espíritu en Dios mi salvador; porque ha mirado la humildad de su sierva. Desde ahora me felicitarán todas las generaciones, porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí: su nombre es santo, y su misericordia llega a sus fieles de generación en generación. Él hace proezas con su brazo: dispersa a los soberbios de corazón, derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos. Auxilia a Israel su siervo, acordándose de la misericordia –como lo había prometido a nuestros padres- en favor de Abrahán y su descendencia por siempre.”

- Reflexión:
María bien conoce la historia de su pueblo, una historia de salvación donde Dios está siempre presente, aún cuando calla. Y reconoce las maravillas que ha obrado en Ella y canta al Señor de la vida.
Nos enseña a bendecir, a adorar el misterio, a aceptar la voluntad de Dios, a descubrirlo en los acontecimientos de cada día, no sólo en lo gratos, sino también en los tristes.
El dolor, el sufrimiento es una catequesis de Dios, que nos invita a rectificar caminos, a corregir errores, a reparar daños provocados. La búsqueda del éxito, del prestigio, de las comodidades a menudo nos absorbe tanto que nos alejamos de Dios y quedamos vacíos interiormente. Sin fuerzas.
“Emprende el viaje más difícil  -nos invita La Virgen- al mundo inexplorado de tu interioridad. Allí te espera Dios. No huyas, no te escapes. Entra, descubre, acepta, ora, glorifica.
Atrévete a viajar dentro de ti mismo, en busca de tu “yo” verdadero, auténtico, no del que quieres mostrar a los demás. Escoge un itinerario espiritual. No necesitas maquillajes o cosas para alcanzar la transparencia de tu ser. La verdadera belleza es la que mana desde dentro.
Sal alguna vez del caos, del ruido, de la música estridente, de las superficialidades. Retómate el azul de tu vida, de tus ideales. Conocerás por fin la paz.” (Un momento de silencio)

- Preces:
v  Danos, María, un corazón de pobre, agradecido y generoso como el tuyo, abierto a la gratitud y a la alabanza. Madre, óyenos.
v  La cultura dominante, el ambiente nos modela, nos uniforma, nos integra en la triste “normalidad”. Enséñanos, Virgencita, a ir contracorriente: danos fortaleza para emprender el camino del cambio interior. Madre óyenos.
v  Te pedimos, Madre, por todos los que acuden a ti golpeados por la vida: familias desunidas, ancianos solos, niños abandonados, enfermos, jóvenes marcados por los vicios. Madre, óyenos.

Padre nuestro, Ave María, Gloria…
Oración final (pg. 3)
Canto
 Mi propósito de este día: (delante del Señor cada uno se compromete a cumplir lo que Dios le inspire)


DIA OCTAVO                                                                                 

María intercesora
- En el nombre del Padre, del Hijo y del espíritu Santo. Amén.
- Oración inicial (pg. 2)
- Petición de perdón: El nombre más bello de Dios es misericordia. Misericordia quiere decir “amor que  perdona”, sanación, liberación interior, consuelo.
v  Nuestra conciencia está atrofiada. Ya no sabemos distinguir entre el bien y el mal, lo justo y lo injusto, “todo da lo mismo.” Señor, ten piedad de nosotros.
v  La ceguera del hombre se yergue orgullosa de su ciencia, de su tecnología, como dueña del mundo. Hemos perdido la inocencia. Señor, ten piedad de nosotros.
v  Buscamos apariencias, privilegios, subterfugios, quedar bien. No miramos nuestra vida y la de los demás con la mirada de Dios. Señor, ten piedad de nosotros.

- Lectura bíblica: Jn. 2,1-12.
“Tres días después se celebraba una boda en Caná de Galilea y estaba allí la madre de Jesús. Fue invitado también a la boda Jesús con sus discípulos. Y, como faltaba vino, le dice a Jesús su madre: “No tienen vino”. Jesús le responde: “Mujer, ¿cómo se te ocurre? Todavía no ha llegado mi hora”. Su madre dijo a los sirvientes: “Hagan lo que él les diga”.  Había allí seis tinajas de piedra, puestas para la purificación de los judíos, de unos cien litros cada una. Les dice Jesús: “Llenen las tinajas de agua”. Y la llenaron hasta arriba.
“Saquen ahora, les dijo, y llévenle al mayordomo”. Y ellos se lo llevaron. Cuando el mayordomo probó el agua convertida en vino, llamó  al esposo y le dijo: “Todo el mundo pone al principio el vino mejor y, cuando todos han bebido bastante, se sirve un vino inferior; pero tú has dejado el mejor vino para el final”. Así en Caná de Galilea dio Jesús comienzo a sus señales. Y manifestó su gloria, y creyeron en él sus discípulos”.

- Reflexión:
Es la primera señal milagrosa de Jesús que nos recuerda el Evangelio de Juan. Está presente María y también Jesús, con sus primeros discípulos. Todos invitados. A una boda. Se forma una nueva familia, un nuevo hogar. En ese ambiente de fiesta, de alegría, de compartir, Jesús y María no se portan como simples invitados. Intervienen activamente: primero María, que se da cuenta de la falta del vino y provoca, como madre, a su hijo. Y Jesús, que responde con los signos de “la abundancia y de la gratuidad”, característica de la presencia del Mesías que, como enviado del Padre, celebra su matrimonio con la humanidad. Para redimirla. Imposible, desde entonces, que se desentiendan de las tristezas y gozos, de las preocupaciones y alegrías de nuestras familias.
La Aparecida en Palometas se manifestó en una familia: para despertar –creemos- la fe embarrada, enterrada, olvidada entre las cosas que no tienen importancia, que no sirven. “Apareció” mientras el dueño de casa buscaba agua, en época de sequía. El agua es vida. La fe también es vida. Es encuentro y  experiencia de “vida nueva”.
“Dame de beber”, le dijo un día Jesús a la mujer samaritana (Jn. 4,7s). “Todo el que beba de esta agua volverá a tener sed; pero el que beba del agua que yo le dé, no tendrá sed jamás”. Hoy el Señor nos dice: “Dame de beber, dame tu amor, tu voluntad, tu pecado”. (Un momento de silencio)

- Preces: a cada invocación respondemos: Padre, escúchanos.
v  Tú no viniste a quitarnos nada, ni alegría ni libertad. Tú quieres que seamos felices.
Por intercesión María llénanos, Señor, de inocencia, de fortaleza. Oremos.
v  Jesús, tú eres el hombre nuevo, libre. Transfigura nuestras suciedades en luz de tu evangelio.
Haz que nuestra vida, como la de María, se abra a tu presencia y haga germinar en nosotros también lo que no osamos esperar. Oremos.
v  Volver a nacer: esta es la posibilidad, siempre actual, que nos da el Señor.
Para que, por intercesión de la Virgen Aparecida, en estos días de la Novena, volvamos a nacer a una vida nueva, de fidelidad y generosidad. Oremos.

Padre nuestro, Ave María, Gloria…
Oración final (pg. 2)
Canto
Mi propósito de este día: (delante del Señor cada uno se compromete a cumplir lo que Dios le inspire)


DIA NOVENO
                                                                                
Madre de la Iglesia.
- En el nombre del Padre, del Hijo y del espíritu Santo. Amén.
- Oración inicial (pg. 3)
- Petición de perdón: Todo es don, todo es “gracia” en la iglesia, que es como María “Madre y Maestra”.
v  Nadie puede bautizarse, nadie puede hacerse cristiano por sí mismo. Nacemos a la vida de Dios por un sacramento de la Iglesia.  Perdón, Señor, por esta vida de cristianos fríos e materialistas que llevamos. Señor, ten piedad de nosotros
v  Lo que no se cultiva se pierde. Perdón, Señor, porque no cultivamos nuestra fe con la oración de cada día, la Palabra de Dios, la frecuencia a los sacramentos. Señor, ten piedad de nosotros
v  Hay muchas cosas que el dinero no puede comprar. Perdón, Señor, porque, preocupados por las cosas,  no sabemos transmitir el tesoro de la fe a nuestros hijos, no sabemos enamorarlos de ti.
Señor, ten piedad de nosotros

- Lectura bíblica: 
“Junto a la cruz de Jesús estaban su madre, María, mujer de Cleofás y María Magdalena. Jesús, viendo a su madre y junto a ella el discípulo a quien amaba, dice a su madre: ”Mujer, ahí tienes a tu hijo”. Luego dice al discípulo: “Ahí tienes a tu madre”. Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa” (Jn.  19,25-27).                                     
“Entonces se volvieron a Jerusalén desde el monte llamado de los Olivos, que está a un cuarto de hora de Jerusalén. Y llegando a la ciudad subieron a la habitación superior donde se alojaban. Eran Pedro, Juan, Santiago y Andrés, Felipe y Tomás, Bartolomé y Mateo, Santiago de Alfeo, Simón el Zelote, y Juan de Santiago. Todos ellos perseveraban en la oración con un mismo espíritu en compañía de algunas mujeres, de María la madre de Jesús y de sus hermanos”. (Hch. 1.12-14).

- Reflexión:
El día de Pentecostés, con la efusión del Espíritu Santo, por medio de los signos del viento recio y las lenguas de fuego, nace la iglesia de Cristo. Nace una, nace católica, abierta a todo el mundo, nace misionera. Allí, en medio de los discípulos, está María, Madre de Jesús y madre de los creyentes.
“Vayan por todo el mundo, anuncien el evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará. El que se resista a creer se condenará” (Mc 16,15-16). La Iglesia es la grande familia de los hijos de Dios.
La Iglesia nace y vive para evangelizar. El pueblo de Dios con todos sus miembros, instituciones y planes existe para evangelizar. Es su gozo, su identidad más profunda.
Este mundo se acabará y la victoria no será del mal. Si la cruz es el camino del tiempo presente, la resurrección es la verdad de nuestro futuro.
Lo importante que acojamos a María, como el discípulo Juan,  en nuestras casas.
Si nuestra vida transcurre entre engaños, violencias, penurias, traiciones, persecuciones (todo un mundo viejo que se resiste a morir) es para que brille nuestra perseverancia, nuestra esperanza en el Señor.
Cristo vive. Todo el cristianismo se puede resumir en tres palabras: “Cristo ha resucitado”. No hay porque temer. Y María es la compañera fiel, la “vida, dulzura y esperanza nuestra” en la marcha de la Iglesia, a través de los siglos, “entre las persecuciones del mundo y los consuelos de Dios”. (Un momento de silencio)

- Preces: Padre, danos tu Espíritu de amor.
v  Todo nace y crece por atracción. Cristo atrae a las personas y a los pueblos con la belleza de su humanidad y de su verdad. Por intercesión de María, Madre de la Iglesia, pidamos que nuestras familias y comunidades cristianas crezcan en el conocimiento de Cristo y en fervor misionero. Oremos.
v  Al pie de la cruz, María carga con el dolor de todas las madres del mundo, con todas las injusticias y sufrimientos de sus hijos pobres. No estamos solos. Oremos.
v  Hay tanto dolor y soledad en nuestra sociedad. Para que, por intercesión de María, el Señor dé salud a los enfermos, consuelo a los tristes, pan a los hambrientos, perdón a los pecadores, fortaleza a los mártires y muchas bendiciones a los que rezamos esta novena. Oremos.

Padre nuestro, Ave María, Gloria.
Dios te salve, Reina y Madre de misericordia, vida, dulzura y esperanza nuestra, Dios te salve.
A ti clamamos los desterrados hijos de Eva.  A ti suspiramos, gimiendo y llorando en este valle de lágrimas. Ea pues, Señora, abogada nuestra, vuelve a nosotros esos tus ojos misericordiosos. Y después de este destierro, muéstranos a Jesús, el fruto bendito de tu vientre. Oh clementísima, oh piadosa, oh dulce Virgen María.
Oración final (pg. 2)
Canto
Propósito para mi vida de hijo/a de María: (delante del Señor cada uno se compromete a cumplir lo que Dios y la Virgen le inspiren)