El Cardenal Julio Terrazas en su homilía pronunciad este domingo 3 de junio, fiesta de la Santísima Trinidad, expresó una vez más, su preocupación por los constantes hallazgos de cultivos coca destinada al narcotráfico y afirmó que estas cosas suceden cuando nos olvidamos de Dios. Así mismo, recordó a toda la comunidad creyente que no basta con haber sido bautizados sino que hay que cumplir el compromiso de hacer todo lo que Dios nos ha enseñado y animó a todos los Bolivianos a dejar se conducir por el espíritu de Dios.
En su homilía afirmó que cuando la persona se olvida de Dios es fácil enredarse con aquellos que mercantilizan la droga, un mal que echa a perder el alma de los pueblos y comunidades además de terminar con la dignidad de las personas.
Se refirió también a la dignidad de cada persona porque es algo que interesa a Dios y porque somos sus hijos y herederos, por ello lamentó que hoy en día pareciera que llamarse hijos de Dios es una vergüenza y en cambio hay muchos que quisieran que se olvide la dignidad propia de ser persona.
“El cristiano nace, vive y crece no para terminarse comido por los gusanos, como les gustaría algunos, sino para vivir y todo lo que hagamos tenemos que hacerlo al estilo de Cristo dando la vida por lo demás no quitando la vida física moral o espiritual”, dijo.
Pidió preservar la dignidad que se tiene como hijos de Dios, no es algo que está a la venta o se puede rifar por cualquier cosa, “la dignidad de hijos de Dios tiene que ser un aporte a todas las búsquedas a todos los caminos de salvación que se buscan en nuestra propia tierra”, enfatizó
Refiriendo la fiesta litúrgica de la Santísima Trinidad dijo que Dios no ofrece al hombre un espíritu de esclavos para caer en el temor y miedos, esto no es propio del verdadero Espíritu dinámico de Dios.
Terrazas recordó que el Espíritu Santo es la fuerza de Dios para enfrentar los problemas y dificultades, para quitar las ideas falsas que a veces el pueblo se imagina de un Dios que es alguien que castiga, que divide y se le echa la culpa de todas las cosas que uno mismo ocasiona por debilidad o maldad en contra de su prójimo.
“Dejarse conducir por el Espíritu de Dios es para vivir como hijos de Dios, para darnos mucha vida pero no una vida que se termina en la tumba sino una vida que se prolonga hasta el abrazo definitivo con nuestro Padre”.
Sobre la reunión de la OEA a realizarse esta semana pidió a los responsables y participantes no olvidar el verdadero sentimiento y espíritu de los pueblos de América Latina y el Caribe.
El Cardenal considera importante la búsqueda de soluciones para mejorar pero esta búsqueda no debe limitarse solo a lo material sino también buscar soluciones que eleven el espíritu de los pueblos.
“No somos un pueblo de ignorantes que no sabe a dónde van, somos un pueblo que tienen la inteligencia de Dios porque el espíritu de Dios que es sabiduría e inteligencia está en nuestros corazones y mentes”.
En la fiesta de la Trinidad se animó a la comunidad católica a asumir con seriedad la misión que cada bautizado tiene: “no basta con recibir el bautismo, existe un compromiso que realizar, hacer todo lo que Dios manda y enseña para que las personas y los pueblos comprendan que la mayor riqueza que Dios tiene en su pensamiento y amor es cada una de las personas.
Asimismo expresó un saludo de comunión fraterna con la ciudad de Trinidad que celebra su fiesta Trinidad y junto a ella muchas parroquias y comunidades que también llevan el nombre de Santísima Trinidad y celebran esta fiesta.
Destacó también lo acontecido en Milán esta jornada en la clausura del VII encuentro mundial de la Familias con la presencia del Papa Benedicto XVI, en este cierre del evento el Papa ha vuelto a repetir lo que es característica de la familia y a lo que no se puede renunciar o dejar de defender cuando está amenazada por dentro o fuera.
Las comunidades eclesiales de base que celebran su jornada hoy, han recibido una palabra de aliento del Cardenal que los animó a continuar su testimonio de comunión viva en la iglesia.
Homilía de S.E. Cardenal Julio Terrazas
Domingo 3 de junio de 2012. Fiesta de la Santísima Trinidad.
Basílica Menor de San Lorenzo Mártir.
Mis queridos hermanos y hermanas:
Hermanos todos que en sus hogares están también acompañándonos y desde allá tratando de sentir la fuerza transformadora de nuestro Dios, ese Dios en el que creemos, de ese Dios que nos habla y nos ilumina para que podamos todos caminar hacia el encuentro final con nuestro Padre.
Es la fiesta del Cristiano, es la fiesta de nuestro Dios, del Dios de la alegría, de la esperanza, del perdón, el Dios que no quiere que nadie someta a otro, sino que se le dé el espacio para vivir como hijo de Dios en libertad, en amor y en justicia; sin descuidar ninguno de los aspectos que tienen que llevar siempre a que la persona humana ocupe el lugar de nuestras búsquedas, el lugar central de nuestros descubrimientos.
La Santísima Trinidad, la fiesta que provoca está Dios es una fiesta de hermanos, es una fiesta de Iglesia, es una fiesta de la familia.
El Santo Padre ha vuelto a repetir lo que es característico del a familia cristiana y que no podemos renunciar a defenderla cuando está amenaza por dentro o por fuera.
Hoy también en toda Bolivia queremos contemplar con amor y con afecto a las Comunidades Eclesiales de Base porque sabemos que en esos pequeños grupos de fieles se trata de experimentar todo lo que la Trinidad vive para que nosotros nos convirtamos en verdaderos testigos de esa vida que no es solo palabra que se la lleva el viento sino que debe penetrar siempre en nuestras propias vidas.
Es el Señor resucitado, el maestro, el que estuvo con los discípulos durante tres años, que siempre había dicho: Yo he venido enviado por el Padre que me ama, El me envío a enseñarles a ustedes que se amen, que se quieran, que vivan en fraternidad.
Este evangelio de la vida tiene que llevarlo los discípulos “Vayan y hagan que todos los pueblos sean mis discípulos” ahí está la misión que el Señor con claridad les dice a los apóstoles que esta venida del espíritu Santo es para que no les falte la fuerza de Dios en medio de los problemas y dificultades. Vayan con este con este evangelio, quiten esas ideas falas que a veces los pueblos y aún nuestro pueblo tiene, pensando e imaginando que Dios es alguien que está castigando, que Dios es la maldad, que Dios es el que divide y le vamos echando las culpas de todas aquellas cosas que a veces por debilidad o por maldad hacemos con nuestros hermanos.
Vayan y no se queden quieto, anuncien en primer lugar la Palabra porque es la Palabra, como nos dice Aparecida, la Palabra de Dios es la que provoca el cambio en nuestras vidas, es la que nos hace discípulos auténticos del Señor. No somos un pueblo de ignorantes que no saben a dónde van, somos un pueblo que tiene la inteligencia de Dios porque el espíritu de Dios, que es sabiduría e inteligencia, está en nuestros corazones y en nuestras mentes.
¡Hagan discípulos a todos los pueblos!
Las Comunidades Eclesiales de Base son un ejemplo de todo esto, son comunidades no para encerrarse sino para irradiar vida de Iglesia en todos los momentos de la historia.
Hacer discípulos tendría que ser por lo menos el espíritu de quienes en esta reunión de la OEA hablan de nuestros pueblos. Qué lindo sería que ellos no olviden. El alma y el espíritu y el corazón de América Latina y el Caribe, lleno de amor a Dios, lleno de amor a nuestra madre la Virgen, lleno de amor a la Iglesia.
Los Estados buscan soluciones y está muy bien, para mejorar para ir adelante, para escucharnos mutuamente. Pero también no solo buscar soluciones materiales sino las soluciones que elevan el espíritu y que hace que el hombre este siempre mirando a Diso sin dejar de mirar los problemas de la tierra.
¿Y qué hay que hacer para ser discípulos? El Señor dice hay que bautizarse. Nosotros estamos bautizados.
La segunda parte del mandato de Jesús es la que más nos cuesta cumplir “enseñándoles a cumplir todo lo que yo les he mandado”. No basta bautizarse, no basta recibir ese sacramento que es bueno, fundamental, hay un compromiso que realizar y ese compromiso es hacer todo lo que El nos ha enseñado y eso es siempre: hacer que las personas y los pueblos capten que son los preferidos del Padre, que la gloria de Dios es la salvación del hombre, que la mayor riqueza que Dios tiene en su pensamiento y en su amor es cada una de las personas y los pueblos, llamados y convocados a hacer lo que Dios nos manda.
Cuando uno se olvida de Dios fácilmente nos enredándonos con aquellos que andan mercantilizando la droga, van echando a perder el alma de pueblos y comunidades y nos complican con la muerte cuando nuestro Dios es el Dios de la vida.
No podemos quedarnos tranquilos cuando por la prensa nos enteramos de todo lo que ha significado encontrar lugares donde se elabora la droga, encontrar lugares donde se sigue multiplicando esa planta que al final termina con la dignidad de los propios pueblos.
No podemos estar de acuerdo tampoco con la prepotencia de quienes estando en el poder se imaginan que solucionan los problemas de su gente matándolas, como ocurre en estos momentos en Siria, 100,200, 60 cada día, muertos por pedir un poco más de reconocimiento a sus derechos. Eso también nos duele.
Lo hermoso de la Iglesia, de nuestra Iglesia mis queridos hermanos, es que no somos huérfanos. Cuántos piensan al querer acallarla o silenciarla, que estamos huérfanos. La fuerza de la Iglesia no son las Catedrales, no son los templos, la fuerza de la Iglesia es el corazón de cada cristiano, el pueblo que cree, ese es el pueblo que jamás va a ser abatido y que jamás va dejar que se le quite a Dios del corazón y de la inteligencia.
Todos los que son conducidos por el espíritu de Dios son hijos de Dios nos dice Pablo. Si nos dejamos conducir por el espíritu de Dios tenemos que vivir de tal manera que se sienta que somos hijos de Dios.
Ustedes, dice Pablo a los cristianos de Roma y vale también para los cristianos de Bolivia, no han recibido un espíritu de esclavos para volver a caer en el temor, en el miedo, no han recibido un espíritu para someterse al temor y el miedo porque el temor y el miedo es propio de quienes no tiene espíritu combativo, dinámico llevado por el espíritu de Dios.
Todo lo que hagamos tenemos que hacerlo al estilo de Cristo, dando la vida por los demás, no quitando la vida nadie, ni la vida física, ni la vida moral, ni la vida espiritual. Estamos convocados a seguir sembrando porque así lo pide nuestro Dios, sembrando paz y justicia, alegría, optimismo y hermandad.
No basta santiguarse para vivir la Santísima Trinidad. Eso lo vemos con frecuencia, se santiguan todos los que van a hacer daño, los que tratan de aplastar al otro, se santiguan todos los que van a engañar en los mercaderías, se santiguan todos los que piden una bendición. Está muy bien que se la pida y está muy bien que se santigüe la gente pero que sepa que ese pronunciar el nombre de nuestro Dios supone hacer lo que El nos ha mandado, cambiar nuestra vida, transformar nuestra vida porque Dios que es bueno, nos está dando la fuerza. El mira nuestras debilidades y las borra inmediatamente porque a El le interesa que nosotros vivamos el mensaje y no lo dejemos solo para algunos momentos de nuestra existencia.
Que lo que recuerden los responsables de nuestros pueblos de América Latina, que lo recuerden nuestras familias que en todo el mundo han dado un signo de unidad, que lo recuerden las familias de nuestra Iglesia en Bolivia, que la familia cristiana no es nada para avergonzar a otros pero que es un llamado y un grito a que el plan de Dios se cumpla también entre nosotros.
Que este caminar en el espíritu lo sientan también nuestras Comunidades Eclesiales de Base, lo sientan los pueblos y parroquias para que llevan el nombre de la Santísima Trinidad, lo sintamos nosotros que por ser discípulos un día fuimos bautizados y que por la Palabra del Señor tenemos que recordar que nuestra Dignidad no está en venta, que nuestra dignidad de hijos de Dios no se puede rifar por cualquier cosa, que nuestra dignidad de hijos de Dios tiene que ser un aporte a todas las búsquedas, a todos los caminos de salvación que se buscan en nuestra propia tierra. AMEN.