“Pedro, ¿me amas?”

Es la última aparición del Resucitado, la definitiva, diferente de las otras, la que nos enseña como y donde encontrar al Señor. Los apóstoles están trabajando, en el quehacer de todos los días y, en lo cotidiano, llega el Señor para que nuestras fatigas y cansancios no sean inútiles, estériles. Noche amarga, la de los discípulos: - “Muchachos, tienen algo que comer? - Nada”.

No ven al Señor Jesús sino unas brazas, pescado y pan: los signos de su amor, de su presencia.

Y se viene uno de los diálogos más fascinantes de la historia bíblica: tres preguntas y tres respuestas.

“Pedro, ¿me mas?” No le echa en cara su pecado, su negación, sino que le enciende el corazón.

“Sígueme” es la primera palabra dirigida a los pescadores de Betsaida, y ahora, la última.

Y se retoma el camino.

Te seguiré, Señor; sabiendo que tú no buscas a hombres perfectos, sino a gente apasionada de tu evangelio.

SDB Aquilino Libralón, Párroco de Portachuelo