“Ámense los unos a los otros”, es el mandamiento ‘nuevo’ de Jesús.
¿Y dónde está la novedad de Jesús, si eso ya estaba presente en la ley de Moisés?
La novedad está en el “como yo”. Él es nuestro maestro, nuestro modelo. Su amor no tiene medida.
¿Por qué amar? Porque Dios ama, porque es la ley de la vida.
“Si Dios nos ha amado primero, también nosotros debemos amarnos los unos a los otros” (1Jn)
Dios nos amó primero. No podemos amarnos si ante no hemos hecho la experiencia de ser amados.
Como los niños que aprenden a sonreír en los brazos de su madre, dejándose mirar, besar y sonreír por ella. Sólo experimentando ese amor de Dios seremos capaces de superar tantos rechazos que entristecen nuestra propia vida y la de los demás.
Señor, enséñanos a amar, dejándonos inundar, envolver por tu amor.
SDB Aquilino Libralón párroco de Portachuelo
Mensaje Parroquial
Nuestro Dios no es un dios mudo. Dios habla, los cielos no están vacíos. Dios rompe el silencio, llama a la puerta de mi vida. Yo soy un llamado. Cristianos son los que escuchan la voz de Dios: “mis ovejas escuchan mi voz”.
Escuchar a una persona es el primer acto de amor, es decirle: Tú vales, eres importante para mí.
Es la mejor manera de relacionarse de aquellos que se aman: se escuchan y se reconocen. Escuchar es el comienzo también de la oración.
En la iglesia todo tiene que partir de la escucha de la Palabra de Dios.
Toda la Biblia está llena de los llamados de Dios: “Escucha, Israel”… “Si tú escucharas mi voz…”
La Madre de Jesús es nuestro modelo: ella escuchaba y meditaba en su corazón la Palabra.
Gracias, Señor; no te canses nunca de llamarme, aunque yo tarde en responderte.
SDB Aquilino Libralón, párroco de Portachuelo
“Pedro, ¿me amas?”
Es la última aparición del Resucitado, la definitiva, diferente de las otras, la que nos enseña como y donde encontrar al Señor. Los apóstoles están trabajando, en el quehacer de todos los días y, en lo cotidiano, llega el Señor para que nuestras fatigas y cansancios no sean inútiles, estériles. Noche amarga, la de los discípulos: - “Muchachos, tienen algo que comer? - Nada”.
No ven al Señor Jesús sino unas brazas, pescado y pan: los signos de su amor, de su presencia.
Y se viene uno de los diálogos más fascinantes de la historia bíblica: tres preguntas y tres respuestas.
“Pedro, ¿me mas?” No le echa en cara su pecado, su negación, sino que le enciende el corazón.
“Sígueme” es la primera palabra dirigida a los pescadores de Betsaida, y ahora, la última.
Y se retoma el camino.
Te seguiré, Señor; sabiendo que tú no buscas a hombres perfectos, sino a gente apasionada de tu evangelio.
SDB Aquilino Libralón, Párroco de Portachuelo